lovely, you are lovely.

miércoles, 20 de junio de 2012

32 tonalidades de pintalabios.

Un mensaje que llega, una leve melodía que descarga la tensión en aquella sala de reuniones. Una vibración que hace girar a todos los presentes, incluido su secretario, y eso que no suele atreverse ni a levantar la mirada del suelo. 
- Perdonen- carraspea unos labios rojos-, mi abuelo está enfermo y me están avisando de los resultados.
Los ojos no malgastan un segundo más y vuelven a la pantalla en la que Carlota, con su falda demasiado corta y demasiado estrecha para una oficina, tacones a la vez que explica los nuevos planes del mes.
Claro que su abuelo no estaba enfermo, pero bueno, una mentira más, pensó la chica de los labios rojos. Se quedó mirando la pantalla parpadeante del móvil, ¿Será él? ¿Quien si no? No suele ser una chica que reciba muchos mensajes. Querrá quedar otra vez, ayer fue genial, ambos estaban un poco borrachos, pero la chica de los labios rojos se acuerda del camino que hizo las manos de el chico de los ojos azules por su cuerpo.
Se acuerda de los besos, del sexo, de las quejas de la cama, de los suspiros del carmín ya desgastado. Sería él, tenía que ser él. Quizás podrían quedar, y quien, sabe salir más. No le importaría. Le gustaría.
La chica de los labios rojos miró el móvil. Desbloqueo la pantalla, ¿que la dirá? Estaba nerviosa.
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La chica de los labios rojos se convenció de que la llamaría, daría señales de vida, estuvo genial. Él pensaría lo mismo. Estaba claro. Pero no llamó, ni mandó ningún SMS. Ni al día siguiente, ni al otro.

La chica de los labios rojos no tuvo otro remedio que cambiar de color, de tonalidad. Su armario del baño tenía 32 tonalidades y colores distintos. Un color de labios por hombre, igual de inútil, igual de deseable. Caprichos.

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