Se conocieron donde no tenían que conocerse. No estaban
hechos el uno para el otro, nunca fue amor a primera vista, nunca hubo un
siempre en sus labios. Ella, con los ojos grandes y boca pequeña, con tacones
altos y labios rojos. Él, pantalones caídos, sudadera cuatro tallas grandes, demasiadas
deudas, demasiadas pocas posibilidades. El Bronx no es el lugar ideal para
enamorarse. Demasiado olor a tabaco, a porros y dinero sucio. ¿Cómo se puede
confiar en un sitio dónde no te puedes fiar ni de tu sombra? Pero lo hicieron,
se odiaron, para amarse después. Se conocieron en la cola de un súper, él
vendía droga y ella había ido a por tiritas porque a su hermano pequeño le
habían dado una paliza.
Discutieron porque él se hizo el listo y se coló, y a ella
el orgullo la mataba. Se enfrentaron, él sin ningún problema de que ella fuera
de lo que era considerado el sexo débil, porque la veía muy fuerte; ella sin
ningún tipo de miedo, era uno más, de esos con los que ya había llegado a
discutir, incluso a golpearse. Nadie se acuerda bien de todas las barbaridades
que sacaron por su boca. Se fueron así, cabreados, pensando en lo absurda que
era la gente.
Al día siguiente coincidieron en la vayas de aquella vieja
pista de baloncesto, dos grupos diferentes, había habido varias peleas entre
esos grupos, pero no se miraban a la cara, bastante problemas tenían cada uno
de ellos cómo para buscárselos ellos solos. ¿Quién es ese? ¿Quién es esa? Dicen
que su padre le pegaba y ahora para mantener a sus hermanos se ha hecho
camello. Dicen que su padre está en la cárcel, sí, y su madre huyó con otro
hombre. Dicen, dirán, rumores. Se miraban y no comprendían, en ambos bandos
se miraban. Negro, rojo, fucsia, azul, amarillo, eran un arco iris. Tan oscuros
sus ojos, tanto odio en su mirada, más que adolescente parecían viejos, viejos
encerrados en cuerpo de jóvenes. Madurez instantánea, o das o te dan. Las
normas de la calle, el gobierno del todo para todos. No hay padres, sólo
responsabilidades, trabajos, llevarse algo a la boca, adiós estudios y
posibilidades, adiós al amor. Sólo quedan esos lazos de amistad, de hermanos de
diferente sangre.
Una amiga de la chica se levantó y se encaminó al otro
grupo, empezaron hablar. Tenía su gracia, gesticulaba mucho con las manos, y
aunque era teñida de mala peluquería, su pelo rubio brillaba tanto que dejaba
un poco ciego. Poco a poco los grupos se fueron uniendo, dos grupos unidos
podía ser una gran protección. Ella y él se miraron, aun la rabia del empate en
una discusión se reflejaba en sus ojos.
Se fueron a robar un par de pizzas y cenaron en el parque,
la gente se iba yendo, tenían hermanos que cuidar, y ellos no era menos, pero
cuándo él la preguntó: ¿Quieres que te
acompañe? No pudo decir que no, las violaciones eran bastante comunes, y
ella aunque no se podía decir que fuera una cobarde, era humana. Se contaron cosas que no habían contado a
nadie, el frío te hace desahogarte, o al menos eso dicen.
Pasaron días y no se volvieron a ver, pero se recordaban. Un
día se encontraron en la calle, los hermanos de ambos se estaban pegando, pero
era una pelea sin importancia, tan solo golpes, sin objetos punzantes o
cortantes. Los separaron, empezaron a criarlos juntos, sin ayuda económica, ni
de padres, ni de nadie. Casa de ella, o de él, cenaban juntos, jugaban a cosas
que nadie imaginaba. Crearon una burbuja de felicidad, para sus hermanos.
Y lo irremediable sucedió, aunque fue un gran error, el
primer beso, la primera caricia, el primer colchón polvoriento cubierto por
ambos cuerpos. El primer te quiero, y la primera promesa. Volvieron a ser
adolescentes, no se enviaban sms por la noche, porque últimamente se veían
mucho, la casa solía estar sola. Poco a poco las sonrisas fueron surgiendo, y
el dolor se fue apagando. Aunque el incendio no se apaga nunca del todo, y es
fácil de volver a provocar.
Último aviso para él: debía pagar una suma de dinero
importante si quería seguir respirando. Nadie le contó nada a ella, ella seguía
en su burbuja, y él quería que fuera así, aunque su burbuja hubiera reventado,
él estaría bien si ella y sus hermanos seguían bien. Se metió en más líos por
conseguir el dinero, y un día tuvo que hablar con ella. Vayámonos, tú, yo y los pequeños, debo dinero, me van a matar. Tengo miedo. Se fueron, una par de
besos, pero atrás tampoco dejaron mucho.
Fueron increíblemente felices durante unos meses, pero
claro, el dinero es el dinero, y el amor no cuenta ni tiene beneficios.
¿Opciones? Dinero en tres días, si no atentos a las consecuencias. Solo consiguieron la mitad. Te quiero, no lo olvides. Los niños no sabían
nada, los metieron en un reformatorio, al menos ahí tendrían una cama y comida
caliente, sabrían manejarse bien, vivieron en la calle.
Saldremos de esta. Y
aterrorizados no se despegaban n i un segundo, todo el tiempo que les quedara
lo aprovecharían. Tenían la esperanza de que sus hermanos tuvieran más suerte,
confiaban en ello. Hicieron bien en dejarles, sólo había una manera de que
fueran felices, arrancarles de sus raíces, aunque eso los matara a ellos. No
volver a verlos.
Cada beso, cada caricia podía ser la última. Hacían el amor
todas las noches, y todos los amaneceres. Se necesitaban, su adicción era mayor
a la que habían sentido por la droga, y ambos podían hablar objetivamente.
Desapareció una fría mañana de febrero. 14 de Febrero, para
ser exactos, San Valentín. El día de los enamorados, se acabó la palabra amor
en sus labios. El gran amor de su vida no estaba, se fue a por tabaco, y no
volvió. Típica historia, pero sabía que no se había fugado, le habían cogido.
¿Cuántos serían? Muchos, ¿Qué le estarían haciendo? No lo sabía. Rompió todo lo
que tenía a mano. No era justo, ¿porque se la habían quitado? Él trato era que
él muriera, no que lo hiciera ella. Exacto,
ella no volvió a pisar esa casa.
Cuatro meses después, una calurosa mañana de Junio,
descubrió unos ojos parecidos a su amada. Pero no, ella no estaba… no, no podía
ser, ella… estaba muerta.
-
Hola, Jack. – Su sonrisa, ¿Un ángel? Todo lo que
se tomaba era demasiado fuerte, una alucinación, seguro- .
-
¿Quién...quién eres?
-
Tú droga más fuerte.
-
Quiero una dosis ahora mismo.
El gran amor de su vida, seguía vivo, y su burbuja, se
transformó en un universo.
Diiosss *____________*
ResponderEliminarME ENCANTAAA!! :D
Sin palabras. Casi lloro tía, nervios a flor de piel. MARAVILLOSO. Y no exagero, quizás le falten cosas por pulir, nada importante (lo mismo que en el relato anterior, te salen unas cosas raras en los diálogos, y "vayas" es con "ll", supongo que se te escapó, nada serio, nos pasa a todos).
ResponderEliminarDIOS, que me encanta.
INCREIBLEEEEEEEEEEEEEEEEE. dios, he llorado.
ResponderEliminarMuy bueno eh.
Happyfive y moni, muchisímas gracias.
ResponderEliminarSondra, intentaré cambiar lo de los guiones JAJAJA y sí, me encanta que tambien me digas lo malo, eso ayuda !