No sé si es que ahora el café coloca, o es que estoy
soñando, pero te echo infinitamente de menos. Sí, debe ser el café, porque yo
te odiaba… sí, ¿no lo recuerdas? Tuvimos
algo. Bueno algo es demasiado. Quizás no tuvimos nada, me equivoqué, te equivocaste.
Sí, eso, un error. No puedo echarte nada en cara, si no hubo promesas, no hubo
nada roto. Quiero otra taza de café, pero después sacaré una botella de… de no
sé, lo que me quede. Antes de que nadie piense en mi cómo una mujer sin fuerza,
dependiente de un hombre que no la ama. Os equivocáis, soy más fuerte que
cualquier muro de hormigón, más segura que nadie, piso fuerte, miro alto, y
congelo los sentimientos. Pero llegó quien me derritió, y sin querer, amé. Sí,
sin querer… Y aquí me tienes. Esta noche me pondré ese vestido negro ajustado
que hace tiempo que no saco del armario, me anclaré a unos tacones que hagan
que quiera morirme del dolor de pies, pero tomaré un par de copas para
anestesiarme de cualquier clase de dolor. Y haré reír a mis amigas, cómo ellas
a mí. Esa mujer soy yo; pero no quita que me iré al baño con la excusa de
retocarme el maquillaje si suena una de esas canciones que te revuelve por dentro.
Pero más tarde volveré a la pista, dónde me esperarán con un Martini doble que
hará que sólo me acuerde de mi nombre, pero no mi apellido. Quizás encuentre a
unos de esos tíos de carácter cínico, en busca de una noche loca. Y si no es de
esos será otro, pero esta noche no dormiré sola. Claro que no; aunque sin querer
vea tu cara cuando le bese, cuando nos perdamos en mi cama. Al día siguiente me
levantaré y él se habrá ido, la cabeza estará a punto de explotarme. Susurraré
tu nombre justo antes del café de cada mañana, y negaré con la cabeza. No hay
amor que valga, no hay hombre que me enamore. Y aunque volveré a mi perfecta y
calculada vida, y quizás coqueté con el jefe, dentro de quizás dos semanas, o
mes y medio, volveré a pronunciar tu nombre antes del café.
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