lovely, you are lovely.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Mis demonios no hablan conmigo cuando voy borracha.

Enrabietada, cabreada con ella misma, con él. Con las casualidades, con las conversaciones, con los secretos, la mierda que llevaba arrastrando tanto tiempo. Un trago, otro más largo, otro aún más largo, que pique. El paquete, un cigarro,¿otro?- la preguntan. Pone mala cara y mira fijamente a quién se lo pregunta tras echar el humo de la primera calada. Pide que le pongan otro, esta vez más cargado. No lo hagas, le había dicho. Pues ella lo iba a hacer. 
Nadie puede cortar las alas a quién está aprendiendo a volar.
¿Por qué las cosas nunca salen bien? ¿Por qué se complica todo? ¿Por qué no hay un bien y un mal?. Trago, calada. Alguien la habla, ríe. No sabe que piensa hacer con su vida, sabe lo que va a hacer esa noche, que es no pensar. No puede estar siempre pensando. Bebe, bebe, bebe, traga, fuma e intenta asesinar así a todos los demonios dentro, esos cabrones que la acechaban a la hora de dormir, en los viajes del tren, delante del plato, sentada con sus amigos, incluso, últimamente, se había metido en sus sueños. 
Escocía (no dolía porque decidió que ya nada más la iba a doler) pensar en todo lo que le había pasado en apenas un año, cómo todo se había enturbiado, cómo se desplomó todo. Trago, calada, mueve el pelo afectada por aquél amargo liquido. 
Pensar escocía, pero no curaba, cómo las heridas que se hacia de pequeña, cuando su madre la desinfectaba y le decía, si escuece, es que se está curando.
Más alcohol, más. Más gente, más. Menos recuerdos. Cada poro de su piel la pedía hacer las cosas mal, todo lo que no debía hacer, lo que él la había pedido que no hiciera. La música comenzaba a sonar más alta, ¿se iba acercando? La llevaban del brazo hacía donde procedía. Comenzó a bailar. Alguien la pasó un cigarro. Otro cubata. 
Los demonios estaban callados, sólo sentía adrenalina mientras bailaba. Descontrol. No miedo, no desesperación, no había preguntas, no había pérdidas, ni sueños rotos, ni palabras hirientes, ni discusiones, ni complejos. Sólo un sonido saliendo muy alto por los altavoces.
Se preguntó, ¿dónde van mis demonios cuando no me atormentan?
Unos labios cerca, no, no, no, no, o si. Colisión, sabor a nicotina, a ginebra y a reproche. Quizás ella sabría a miedo, o sólo a alcohol.
Él.
No importa, no importa, los demonios están callados. Ahora, pequeña, disfruta ahora. El descanso, la fingida paz, el ruidoso silencio. Besos, sí, de eso, no pienses.
Te quiero.
Demonios, iros. ¿Por qué volvían? Cigarro, calada, cubata, trago, bebe, bebe, bebe, bebe, hasta que se acabe. Que se vayan. ¡IROS!
Otra vez los labios, otra vez la adrenalina, otra vez la tranquilidad.
Y los demonios no volvieron a despertar, hasta la mañana siguiente, y al no haberlos matado, se han hecho más fuertes.
Y cómo duelen...

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