lovely, you are lovely.

domingo, 7 de octubre de 2012

El invierno de sus ojos.

'Supongo que algún día llegará el calor.'  Pensó mientras se acurrucaba más en su manta y acariciaba al pequeño Rompedor, su gatito. Le había encontrado hace un par de días en unas cajas de cartón cerca de la estación de Norte. Había escuchando maullidos y se había encontrado con una zarpita rompiendo el cartón, por eso el nombre, Rompedor. Pero no fue ese cartón en lo único en lo que metió zarpa el felino. Haberse quedado dos minutos de más hizo que en la esquina del café se encontrara con una compañera del colegio, y se hubiera quedado hablando quince minutos, y esos quince minutos que la atrasaron fueron suficientes para que al girar la esquina de su casa, se encontrara con él y su maravillosa novia rubia. Estaban juntos, en un beso perfecto. Entonces el giró la cara la vio y todo se enfrió de momento. La gente habla de la belleza de los ojos azules, pero no eran ojos bellos los de aquél hombre. Sus ojos eran pleno frío, sus ojos eran invierno. La Antártida, ese escalofrío que te deja la piel de gallina. Y ese frío se le caló a ella en los huesos, pensando que jamás podría deshacerse de la escarcha que se aferraba a su pecho. Él era un frío seco, el frío que desprende humo, pero no vapor. Ese hielo demasiado helado para que se te derrita al entrar en contacto con la piel.
¿ Sabéis esa sensación cuándo bebéis algo demasiado frío? Se te congela la cabeza y duele. El frío duele. Y se te engancha tanto a la piel que necesitas un buen baño caliente para dejar de tiritar. ¿Pero que se hace cuándo el frío se encuentra dentro? Ella estaba helada, con el corazón tiritando, no lloraba, pero la escarcha quizás si bordeara el khol de sus ojos. Él la miró durante un tiempo demasiado largo, tres pasos de distancia y podría sentir su frío.
Todo el mundo habla del amor cómo algo caliente, cómo el calor que desprenden dos cuerpos en unas sábanas revueltas, o una maratón de chistes malos a la luz de una chimenea. El fuego, un carmín rojo de labios, una calurosa tarde de Mayo.
El amor congela el tiempo, no el corazón. Pero a ella la congeló hasta el alma. Y él ardió, derritiéndose con cada gesto de amor que ella le dio. Eran la carga positiva y negativa, eran los polos opuestos, una el calor más puro, otro el frío más imposible.
Ella le derritió, 'tú eres la culpable de que pueda amar' pensó él.
Exacto, ella le había enseñado a amar, y él amaba a otra.
Así que Rompedor rompió todo, menos el hielo. Y ese pequeño gato, que se agarra al calor de mi pecho, no sabe que ahí dentro sólo hay un par de icebergs, que sólo enseñan una parte al mundo, pero que siguen ahí, clavados con estalactitas, y esperando que llegue la primavera.
-Bueno, supongo que algún día llegará el calor.
El gatito la lamió una lágrima que le caía por la mejilla, cómo si él supiera que había sido su culpa.
¡Una lágrima! Quizás se estuviera derritiendo.

2 comentarios:

  1. :) Me encantas, hoy no puedo escribir un comentario igual de largo que siempre. Espero que me perdones, pero me encanta <3

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