Cuándo llegué a esa fiesta, nunca imaginé que sería así. A la entrada, grandes vestidos, infinitas horas de peluquería, tacones imposibles, sonrisas coquetas, miradas que aseguraban una noche a solas. Ahora me encontraba solo entre alrededor de unas cincuenta mujeres, cuyos vestidos estaban esparcidos por el suelo. Estaban en ropa interior, pues Samanta, mi jefa, las había mandado desnudarse.
Yo era un pobre diablo, un becario cutre de un periódico de mala calidad. Mi jefa era una importante socia del periódico, apenas llegaría a los 50, y los llevaba muy bien. Se había despojado de su traje de chaqueta color crema.
- Samanta, creo que debería irme.- 100 pares de ojos se volvieron a mí, y los míos miraron al suelo, para no toparse con ninguna curva que no debiera ver.
- Necesitamos a un hombre, que nos diga la verdadera esencia de la mujer.
- No hace falta que os desnudéis- susurré. Me temblaba la voz.- La verdadera esencia de la mujer está en los ojos. Pero no en el color, en la mirada.
@MISSMIAUMIAU
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